El cuaderno estaba frente a mí,
la luz de la lámpara lo iluminaba, con rapidez lo tomé y leí:
“Me gustaba que los astros me
dieran el permiso de dirigir tu destino, mi destino. Me gustaba que el respecto
callera sobre nuestros cuerpos. Todo se acaba
cuando la pasión es más fuerte que la razón”
¡La Pasión! grité con rabia. No puede ser, que descaro, después de hacerlo
se atreve a escribirlo. Le amaba
tanto. El solo recuerdo de su aroma me
invadía. El olor de su esperma estaba impregnado en mis manos. Mi rostro. Si le
amaba, él le quería. La ilusión no es más que eso, solo tiene fuerza para mover
en gran medida los elevados y gruesos rascacielos, y si querer los deja de un
momento a otro, disfruta el verlos caer pedazo a pedazo sobre las aceras.
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