viernes, 21 de septiembre de 2012

El Escritor


Es interesante como me hago llamar escritor sabiendo que en la mayor parte de mi vida solo me la he pasado imaginando, creando mundos que solo existen en las profundidades de mí ser.  Creyendo como las personas pueden llegar a cambiar, como pueden conseguir todo lo que desean con el simple hecho de pensarlo.  A veces quisiera que las historias que escribo, bueno, que están en mi mente fuesen realidad; no solo es porque soy el protagonista, sino porque en verdad son sueños puros que me darán felicidad. Eso creo.  Esta es la excepción a esas historias.  Mi nombre es Romel Caplan, y soy escritor; bueno eso es lo que la gente dice.  También se dice que los escritores somos tan sensibles que con solo voltear a ver la inspiración susurra un bello soneto en nuestros oídos.  Algunos dicen que un escritor pasa su vida entera escuchando jazz escondido del bullicio de la gente para evitar distraerse.  Otros, si embargo, creen que los escritores somos tan ajenos y extraños al mundo que siempre frecuentamos los bares mas sórdidos y enigmáticos para encontrar en el alcohol un sentido a la vida llena de desgracia que hemos vivido. Pues les cuento que esto no solo es una gran mentira, y se los digo yo, que soy escritor; bueno eso es lo que la gente dice. 
Si, me gusta el jazz. Sí, bebo como enloquecido por la sensación que me produce el olvido.  Si, me gusta alejarme del bullicio de la gente, pero es solo cuando me siento triste, solo y con el ánimo por el suelo.  Si, volteo a ver y en muchas ocasiones encuentro inspiración, mas la musa no susurra mas que el deseo de descansar de la rutina de mi día. 
No soy más que un simple hombre que al ver pasar los años se ha dado cuenta que no ha trabajado mas que disfrutado el tiempo que pasa en su oficina.  Si,  solo sentir que la productividad de lo que hago es suficiente para llenar los años que he pasado huyendo del matrimonio (solo me gustan los encuentros casuales, sin compromisos), de los años que no he visto a mi familia (saben que soy lo que no querían, entonces les ahorro el verme). 
Aunque, el ruido de la soledad en mi apartamento me incomoda sé que es la mejor opción que en su momento pude elegir.  No soportaría a ver a los niños saltar sobre los muebles, ni a una mujer que todo el día estuviese esperando que con su comida yo la quiera más.   No, he nacido para ser libre, las ataduras de la gente común no se hicieron para un hombre como yo. 
Soy escritor, pero nunca tengo las historias en mi mente, con simplicidad escribo lo que viene a mi cabeza en cualquier momento, aunque no lo hago seguido, pero me gusta sentir el hecho que disfruto de escribir cuando pienso en ganar un premio Nobel de Literatura, y mucho más cuando pienso que puedo corregir hombres de Maíz.   Lo que si comparto con Miguel Ángel, es el gusto por las hadas verdes y lo fascinante de las palabras, más cuando suenan y se sabe que representan algo. 
Los escritores somos así.  Como cualquier persona, sentimos hasta donde queremos sentir.  Nos emborrachamos, algunas veces creemos en Dios y otras nos creemos Dios.  Fuimos creados y creamos, sin duda las palabras son el mayor signo de dignidad como son el mayor signo de estupidez.  Los escritores hacemos esto porque queremos ser leídos, nos gusta la atención sobre nosotros, lloramos de alegría y tristeza, nos reímos y peleamos, somos seres comunes, la musa nos habla tanto como te habla a ti, solo que nosotros nos volvemos locos por escucharla.  Tú y yo somos tan iguales que incluso nos gustan los hombres. 

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